martes, 29 de diciembre de 2009

¿Que qué estoy pensando?


Que acabo de cumplir 25 años. Que es un cuarto de siglo. Que es una bendición. Por lo que estoy agradecido... con Dios, con la vida, con mi familia, con tantos amigos, y con mi trabajo.

Quisiera salir a mi azotea y gritar al cielo y a todas direcciones GRACIAS POR TODO. Aunque temo asustaría a mis vecinos. Lo grito aquí: GRACIAS POR TODO!

Veinticinco años. Tal vez sea tiempo para el romance. Mientras sigo diciendo a Dios, a la familia y los amigos, que gracias por todo. Por todo.

martes, 22 de diciembre de 2009

Felicidad

La felicidad es para desearse siempre. Me gusta esta temporada en donde todo es felicidad, todo son buenos deseos, todo es de fiesta, de reuniones, de familia, de regalos. Me da felicidad que haya una temporada para eso. Me daría más felicidad que ése espíritu, que esos buenos deseos, que esas ganas de convivir y que ese afán de unión la vivamos en todo momento y no solo en estas fechas.

Que la paz, el amor, y la felicidad estén siempre a tu alrededor.

¡Mis mejores deseos!

jueves, 26 de noviembre de 2009

El Gran Tiburón Ballena.


Era un capricho. Un recuerdo de infancia también. Todos hemos de recordar aquellos famosísimos documentales de National Geographic que veíamos de niños. Recuerdo el de las ballenas. Y dentro del de las ballenas siempre me llamó la atención la parte del tiburón ballena, cuando salía un hombre buceando al lado del mamífero que era tiburón y ballena al mismo tiempo.

Un día hace un par de meses viendo en casa de mis padres una sección especial de la Riviera Maya en una revista de viajes apareció en el mapa un dibujo del tiburón ballena. Tiburón ballena. El lugar: Isla Holbox o Isla Contoy.

Pasaron los meses. Un día de visita en Isla Mujeres, por varios lugares de la isla te vendían excursiones para ver al tiburón ballena. Junio 2009. Pregunté y me dieron datos. Ahí empezó la investigación más a fondo. Y decidí ver pronto al tiburón ballena.

No fue posible en junio, tampoco en julio, y llegó agosto. La temporada para ver al tiburón termina en septiembre. Era agosto o las probabilidades de verlo iban a ser menores en septiembre. Además que ya había un plan hecho para septiembre.

Cancún, de agosto del 2009. Un chevy rentado y salgo del aeorpuerto a toda velocidad. Después de una tremenda desviación por unas malas señales, estoy llegando a Valladolid. Pésima confusión, grave desviación. Regreso a tomar camino correcto. De pronto estoy pasando por uno y otro y otro pueblo de la península. Infinitamente cautivantes. La gente, la paz de sus habitantes, la atmósfera de ésos pueblos era algo fantástico. De pronto arrivando a Nuevo Xcan. Después Chiquilá. Ahí se queda el auto estacionado y busco una lancha que me lleve a Holbox, pueblo mágico. Sale una en diez minutos. La tomo y la comparto con una familia, son de Guadalajara y llevan casi una semana en la riviera maya. Dentro de la plática van también a ver al tiburón ballena, y al final de cuentas optamos por rentar juntos la lancha para el día siguiente.

Caminé por el pueblo para buscar un lugar donde dormir. La elección fue un hostal y la opción era cama en un cuarto o casa de campaña. Casa de campaña.

Ya de noche fui a cenar por el pueblo. Muy buena cena en un lugar acogedor en pleno centro. Pescado a la limón y arroz con alcaparras.

Llego el día siguiente, me ví con la familia de Guadalajara en el muelle, se alistó todo, nos dieron las instrucciones una de ellas usar solamente filtro solar biodegradable y como iba a ser para nadar con la ballena y las distancias a mantener.

Buscamos. Y buscamos. Y seguíamos buscando. Pasaron horas sin que la ballena hiciera un solo acto de presencia. En el transucrso vimos cosas fantásticas. Rayas, manta rayas, peces voladores, y lo que primero vimos que fueron increíbles era un pequeño grupo de delfines que nadaron unos minutos al lado de la lancha. Ya después, mucho después salió la aleta dorsal del gigante. El conductor de la lancha se lanzó hasta allá y las demás lanchas de turistas se apresuraron hacia la ballena. Empezaron los turnos para nadar con ella.

Entonces ya sobre la lancha, con el snorkel puesto cuenta el guía hasta tres y ¡al agua!. Te dice con su mano la dirección en la que nades. Adelante, adelante, adelante, rápido, rápido, rápido, y de pronto del lado izquierdo ves un pez azul gigante y eso es verdaderamente gigante y va nadando hacia ti. No puedes creerlo, y no hay tiempo para pensarlo. En el momento que la ballena pasa a tu lado tienes que tratar de nada a toda velocidad para nadar a su lado. Ahí te das cuenta de su verdadero tamaño: esta era de nueve metros de largo. Varios pececitos iban a su lado nadando al mismo ritmo, esto para captar también del plancton que la ballena está comiendo. Su aleta, me acuerdo, como movía la cola para avanzar, tan elegante. Su boca abierta para que entrara el plancton. El gran tiburón ballena.

Después fuimos a snorkear en “cabo catoche”, ahí vimos peces loro, un tiburón gato y decenas de peces. Esa misma tarde partí a Cobá, a conocer unas ruinas mayas. Al día siguiente a Tulum. Y el gran tiburón ballena estaba por alejarse hacia rumbos lejanos, a donde estuviera el plancton.

Agosto 2009.

http://www.flickr.com/photos/borrepilot/sets/72157621921550267/

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿Qué es la vida?


¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión;
una sombra, una ficción
y el mayor bien es pequeño.

¡Que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son!

Pedro Calderón de la Barca.


miércoles, 10 de junio de 2009

¿Qué Pasaría?

Si, también he estado enamorado. Esto lo escribí hace ya varios años:


¿Qué pasaría...? Si te amara,
 
si te dijera que te amo,
 
si entendieras te quisiera,
 
si supieras que te quiero.
 
¿Qué pasaría?
 
Pudiera pasar mucho,
 
O quizás no pasar nada.
 
Pudiera quererte con todo
 
Y tal vez con aún más.
 
¿Y qué pasaría?
 
Bien pudieras amarme,
 
O igual comenzaras a odiarme.
 
Aún así, yo te amaría.
 
Porque bien pudieras amarme.
 
¿Y qué pasaría?
 
¡Amor!, tan sólo imagina:
 
Seríamos como dos luces unidas,
 
¡Juntos haríamos más luz!
 
¡Envidiado sería nuestro amor!
 
¡Juntos estaríamos tan felices!
 
Y pasaría tanto...
 
Y tanto más pasaría
 
Para decirte que te quiero
 
Y aún más para que me digas: te quiero.
 
Así pasaría

jueves, 2 de abril de 2009

La vida en tránsito. Reflexión.

San Diego, California. Marzo 31 2009.
tránsito
m. Acción de transitar, esp. las personas y vehículos por la vía pública.
Para los creyentes, muerte.
Paso, lugar por donde se pasa de una parte a otra.
Lugar de parada y descanso en un viaje.
Paso de un estado o empleo a otro.



Hace cinco años estaba en el funeral de una amiga con la que había compartido salón desde la secundaria. Fue una muerte inesperada. Nadie lo creíamos y si, para todos los que habíamos sido sus compañeros fue una dolorosa ocasión. Hoy por medio de una red de amigos en la que tengo a su hermano, veo un mensaje que transmite públcamente por la red hacia su hermana. Cinco años. Que la paz esté con tu familia y que goces tú de la felicidad eterna. Gracias por tus sonrisas, por ésos fenomenales momentos que pasamos juntos y en algún momento nos volveremos a encontrar.



No cabe duda que la vida la tenemos en tránsito. Estamos y de un momento a otro ya no estamos. Por éso soy de la idea de vivir intensamente al máximo. Vivir cada momento. Jamás perder la capacidad de asombro. Disfrutar cada minuto. Gozar a la familia como si fuera el último día que los fuera uno a tener. Ver lo sencillo como algo sorprendente. Ver al prójimo como alguien que merece amor. Desvalagar amor. Amar para siempre. Dejar huella.



Y ése día en el que tengamos que partir, hayamos vivido lo más intenso que se haya podido. Que la huella de tu vida quede impresa sobre piedra, y que hayas amado de tal manera que todo aquel que te haya conocido se sienta satisfecho de haberte conocido porque aún siente tu amor en su corazón.
Aprovecho para compartir este poema que me hicieron leer en la secundaria y toda la vida me ha gustado:
Coplas por la muerte de su padre
Jorge Manrique

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

sábado, 14 de marzo de 2009

Instantes...


Cómo me gusta este poema. Incluso estoy pensando imprimirlo y pegarlo en la pared de mi cuarto. Lo leo seguido, tal vez una vez al mes. Como quisiera vivir de tal manera que a mis 85 años pudiera haber vivido sin tener que decir éso. Para quien no lo conozca lo comparto:


Autor: Don Herold, adaptación: Borges


Si pudiera vivir nuevamente mi vida,

en la próxima trataría de cometer más errores.

No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.

Sería más tonto de lo que he sido,

de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, haría más viajes,

contemplaría más atardeceres,

subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido,

comería más helados y menos habas,

tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y

prolíficamente cada minuto de su vida;

claro que tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás

trataría de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,

sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca

iban a ninguna parte sin un termómetro,

una bolsa de agua caliente,

un paraguas y un paracaídas;

si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo

a principios de la primavera

y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita,

contemplaría más amaneceres,

y jugaría con más niños,

si tuviera otra vez vida por delante.


Pero ya ven, tengo 85 años...

y sé que me estoy muriendo.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Costa Rica 2008. Sigue Caminando. Sigue Descubriendo.

No sé. De ésos lugares que escuchas mencionar mucho o de personas que han viajado ahí y te llama la atención ir. Mis primeras vacaciones trabajando en la empresa. Fue Costa Rica. Y después de unos meses de planeación estaba despegando de la Ciudad de México con destino a Ciudad de Guatemala. Llegué a buena hora, me instalé en el pequeño hotel y salí a explorar la ciudad. La moneda: quetzales, bonito nombre. Fui al centro de la ciudad incluyendo la catedral y la plaza principal, luego pasé a una iglesia en donde estaba por comenzar una misa y sin querer era la misa celebrando el día de mi santo patrono: San Luis Gonzaga. Salí y caminé unas cuadras en busca de un taxi. Una vez en el auto el taxista al notar mi acento me dijo que estaba loco para andar solo en ése lugar a ésas horas; lo que es no saber, pensé. Me llevó a una zona de restaurantes y donde acostumbran salir los guatemaltecos los sábados por la noche. Creo se llamaba 40º (diablos debí haber redactado desde hace tiempo el viaje, se empiezan a olvidar las cosas). Ahí cené y tomé un par de cervezas. Al´día siguiente a las 0500 de la mañana estaba llegando al aeropuerto. Un aeropuerto bonito, y abordé el Embraer 190 de Aerorepública. Por cortesía me presenté con el capitán diciendo que era piloto en México y que cualquier cosa que se pudiera ofrecer estaba a sus órdenes. Le llamó a la sobrecargo principal para que me tuviera identificado. Nunca había hecho éso, y saben en realidad es bueno. Algo que pasara obviamente preguntarían por alguien que sepa volar, pero bueno. La verdad fue también para tratar de lograr un ascenso a primera clase como ocurrió en el vuelo de MEX a GUA.


Comenzamos el descenso. Verde, verde, verde, verde, un volcán por allá del lado izquierdo del lado derecho la costa del Pacífico. Era Liberia. Descendemos a San José. Poco más de un año antes había volado a SJO en el Learjet. De noche, y pisa y corre (ambulancia aérea). No se vió nada. Bonita aproximación. Salí y fui a buscar a un amigo mexicano con quien iba a viajar los próximos días. También pilóto él, se había ido de "aventón" llegando la noche anterior. Nos vimos en el mostrador de Mexicana como estaba pactado, fuimos a recoger el auto para rentar y mi primer coraje: había olvidado mi licencia de conducir en México. De los ocho días en Costa Rica Mario sólo estaría cuatro. Ni modo, manejaría cuatro días sin mi licencia de conducir. Por supuesto que esto no se lo dijimos al que rentó el auto. Iniciamos la travesía.

Hicimos una breve escala para desayunar y fue la perfecta introducción a la comida tica: huevos revueltos, gallo pinto y la salsa Lizano. Continuamos conduciendo. El auto 4x4 no corría a más de 100Km/hr Mario empezó a desesperarse (acostumbrado a conducir a toda velocidad en la Ciudad de México). Un camión acaba de salirse de la carretera, el tráfico interminable. Plan de acción inmediato: hacia SAn Ramón. SAlimos de la carretera y empezamos a conducir por una brecha hsta tomar por otro lado la carretera. El destino: Playa Tamarindo, en la zona de Guanacaste al NW de Costa Rica. Antes de llegar ahí paramos en un lugar de tours, un poco después del puente de la Amistad para hacer canoppy. Una experiencia para siempre. Más que cannopy le llamaban "superman", ya que te atan de un arnés que tienes en el torso a una cuerda de acero que recorre kilómetros por encima de una barranca. Tres, dos, uno, y un grito que la selva entera debió haberse percatado de la emoción. Segundo cannopy, la misma adrenalina.
Continuamos manejando. La carretera de pronto terminó y el camino continuó siendo una precaria brecha. Llegamos a playa Tamarindo, buscamos el lugar en el que nos alojaríamos y alcanzamos a ir un rato a la playa local. Era domingo, así que el pueblo entero aunado a los turistas hacían un agradable tumulto en Playa Tamarindo. En la noche charlamos con unos americanos que estaba de vacaciones también. Fuimos a un bar llamado La Pacífica y conocimos algunas mujeres guapas. Ésa noche bebí más de lo que debía. Al día siguiente fuimos a la playa otra vez. Estuvo lloviendo, pero éso no nos detuvo. Sigueinte paso: lecciones de surf. Fue genial, después de varios intentos porfin pude montar la tabla y dejarme llevar por la ola. Parecía un niño de escasos años que empezaba a caminar y no cabía de la emoción.

Al día siguiente ya entrada la tarde conducimos hacia La Fortuna un área muy bonita en donde se encuentra el Volcán Arenal. Un Volcán activo, el cual si corríamos con suerte podríamos verlo haciendo erupción. La carretera demasiado angosta, rodeamos toda una laguna y el cielo estuvo completamente nublado. Empezó a llover y llovía muy fuerte. Los parabrisas del auto no eran los mejores. De pronto empezamos a oír un ruido demasiado fuerte. Allá a lo lejos se veía en el cielo una enorme mancha naranja. Difuminado el naranja por las nubes. Mario no quiso que nos detuviéramos, y no fue si no hasta el día siguiente que me creyó había sido una erupción del volcán. Al día siguiente fuimos a la catarata La Fortuna. No valía la pena ir al volcán, de hecho nunca pudimos verlo por las condiciones de nubosidad. La catarata estuvo hermosa. De pronto caminamos bosque adentro y hubo un momento demasiado mágico. De pronto la lluvia cayendo sobrenuestro alrededor que eran millones de plantas. El silencio interrumpido por los sonidos de aves e insectos de nuestro alrededor. De pronto Mario ve una rana pequeña y le advierto por ningún motivo la toque, de tocarla en menos de 15 minutos estaría asfixiado. Seguimos caminando y una telaraña enorme con una araña de lo más extraño justo en el centro. Mario de pronto gritó al ver un animal. Era un oso peresozo y lo vimos en el suelo. Es un animal que solo baja de los árboles una vez al mes para hacer necesidades, y lo vimos en el suelo. Inmersos en la niebla creí haber visto un quetzal. Si lo fue así de verdad que estábamos de suerte. Volvimos a la catarata y de ahí la subida hasta el estacionamiento. Todo en condiciones de lluvia lo cual lo tornó aún más una aventura.
Terminamos en la tarde en un balneario de aguas termales provenientes de las faldas del volcán. Un lugar muy bonito. La comida fue muy buena, y el agua caliente ayudó a descansar un poco. En la noche manejamos hacia San José, Alajuela en si que es donde está el aeropuerto internacional. Al día siguiente muy temprano llevé a Mario al aeropuerto para que tomara su vuelo a México y después de ahí estaba por mi propia cuenta.
Inicé el camino. En principio era la misma carretera que habíamos tomado hacia Playa Tamarindo, después había una desviación que jamás tomé. Cuando me dí cuenta ya estaba llendo completamente hacia otro lado. Entonces para no regresar y perder más tiempo decidí tomar un camino de acuerdo a como lo vi en el mapa. La carretera muy buena, después se hizo más angosta. Después se hizo una carretera llena de pozos. Después fue una brecha. Después estaba en una brecha, en el fondo un paisaje de ilusión, en profunda soledad al no haber nada ni nadie alrededor, y de pronto no supe en qué lugar estaba. Seguí descendiendo por la brecha. De pronto llegué a un pueblo y pregunté si iba en la dirección correcta. Si; iba en la dirección correcta. Seguí manejando, seguía descubriendo. El camino fue bonito muy bonito, a parte de los paisajes costaricenses pasaba por casas y casas de familias ticas. Pintoresco el escenario.
Unas horas después pasaba por Jacó. El famoso Jacó que tanto había leído al planear el viaje. Seguí manejando y después de unas horas: Quepos. Un pequeño paso hacia el destino Final: Manuel Antonio. Quepos era un pueblo bonito pero nada extraordinario hasta lo que alcancé a percibir. Pasé Quepos y conducí cuesta arriba a Manuel Antonio. Paradisiaco. Descendí nuevamente y el pueblo muy bonito. Más bien eran puras cabañas y pequeños hoteles. Todos inmersos en la selva y a la derecha la costa del Pacífico. Llegué hasta el final (donde inicia el Parque Manuel Antonio) y volví a regresar. Esta vez al lugar donde me alojaría: Cabinas Ramírez. Me dieron la llave de mi habitación. Muy sencilla, muy rústica, muy buen precio.
Me instalé y salí a desayunar al pequeño restaurante del hotel. El mismo desyauno de casi a diario: huevos revueltos, gallo pinto, y salsa lizano. Ah, y unos "maduros". Pregunté la hora para saber a qué hora había arrivado. Para todo esto para mi no existió el tiempo durante el viaje. No llevé reloj a propósito. Y la hora: pasadas de las once de la mañana. Tenía sentido, Mario se había ido como a las cinco de la mañana. Caminé por la playa. Horas y horas. Después fui al parque Manuel Antonio. Al día sigueinte que volví al mismo parque tomé un tour guiado por la selva. Animales al por mayor. Ranas, monos, iguanas, murciélagos, aves, etcétera. Increíble. El tour terminó del lado de la playa. Ahí aproveché para meterme a nadar. Estaba algo nublado. Pero el color del mar se tornó verde esmeralda. Ví que unos animales (no recuerdo ahorita su nombre) se acercaron a las mochilas de unos turistas y les empezaron a urgar toda su comida. Para cuando ellos se dieron cuenta y corrieron a sus mochilas ya era demasiado tarde.
Otro día fui a unos rápidos. Fue una experiencia demasiado excitante. Eran categoría 3, creo. Y el río estaba en la mejor época para la actividad. ¡Adrenalina pura! Casi antes de terminar pensando había salido ileso no habiendo caído ninguna vez de la balsa: hombre al agua!. Con una ola y al no haberme sujetado bien a la balsa con el pie estando remando salí como si hubiera tenido un resorte. Pude subir rápido a la balsa y continuamos. Seguíamos los comandos del líder quien gritaba: two forwards! two backwards! everybody in!... y cada que salíamos de algun rápido ya con aguas calmas gritábamos PURA VIDA!, antes de regresar a otro rápido.

Varios días pasé en Manuel Antonio. Cada atardecer lo veía desde la orilla de la playa. Con un libro en mano leyendo Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez. Con ésos atardeceres empezó la meditación: Todo estaba sucediendo tan rápido. Todo era una tendencia a pensar en el futuro sin aún aterrizar el presente. Y es que si de por si las cosas habían sucedido rápido volando en la línea se aceleraron aún más. Era julio y estaba presentando los exámenes para entrar a laborar en la compañía. Después de un mes de examenes y habiendo sido seleccionado empezó el adiestramiento. Toluca-México-Toluca-México, tomando las clases en México haciendo vuelos de observador en Toluca, estudiando, estudiando, estudiando, estudiando. De pronto al simulador en Miami mes y medio más estudio más estudio más estudio de pronto llegamos a México e inician los vuelos asesorados, práctica, estudio, vuelos, estudio, vuelos, estudio vuelos y después la vida de la línea de a a b y a c, de c y b y terminando en a. De arriba para abajo y los descansos a ver a la familia, y las idas a Guadalajara y la verdad es que muy muy contento. Pero no había asimilado todo lo que hábía sucedido. Y eso ocurrió en Costa Rica. De pronto en el atardecer empecé a pensar en la fortuna de ése momento. La inmensa bendición que es tener la familia que tengo. En la fortuna que era el vivir. En el privilegio que era tener el trabajo que tengo. Dí gracias a Dios por todo.
La última noche decidí alojarme en Quepos. En un hostal. Conocí a bastantes viajeros y quedé siendo un aficionado de los hostales. Escuché dos historias que de verdad me impactaron. Dos muchachos. Cada uno por su cuenta. Uno de Argentina el otro de Suiza. Ambos empezaron su viaje en Argentina y poco a poco fueron subiendo y subiendo. Contaron que a veces de "dedo" (ride) y al argentino una vez se quedó sin dinero porque lo robaron y tuvo que quedarse más tiempo en Colombia vendiendo artesanías en la playa para poder continuar su viaje. Tanto el suizo como el argentino terminarían en Estados Unidos de América su viaje. Éso si que era aventura. Estaba yo atónito. Ofrecí darle aventón al suizo y su acompañante de viaje (otro suizo) al aeropuerto de San José. En el camino hicimos una parada para ver la final de la eurocopa. HAbía ganado Alemania a no recuerdo quien. Lo vimos en un pequeño bar o cantina justo en medio de la nada a un lado de la carretera. Un rato después dejé a los suizos en el aeropuerto y
después como es cosumbre en mi empecé a presionarme por el tiempo. Empezó la lluvia. Estaba ya cerca muy cerca del lugar donde tenía que entregar el auto mas el tráfico no me dejaba avanzar. De pronto patrullas. Cuando pude avanzar había policías llegando a un restaurante. Entendí acababa de haber un asalto. Tuve que poner gasolina al auto. Lo entegué, me llevaron al aeropuerto. Pagué un impuesto de salida o algo así. Y antes de abordar el avión me puse justo en frente de un Airbus A340 de Iberia con el que quedé frente a frente. Como un infante soñé en qué se sentiría volar uno de ésos. Despegamos. Llegamos a Guatemala, me alojé en otro hotel y al día siguiente temprano partí para México y regresé a la realidad después de ésa pequeña pausa en el camino, ésa pausa que ocurrió allá en Costa Rica.

martes, 3 de febrero de 2009

Próximamente Costa Rica 2008, la Pausa.

Pausa


De vez en cuando hay que hacer

una pausa


contemplarse a sí mismo

sin la fruición cotidiana


examinar el pasado

rubro por rubro

etapa por etapa

baldosa por baldosa


y no llorarse las mentiras

sino cantarse las verdades.


Mario Benedetti


PRÓXIMAMENTE.



domingo, 25 de enero de 2009

45 millones de la Lotería

-Hola Ma, ¿cómo estás?-
-Bien flaquito, ¿y tú?
-Bien también gracias, oye ¿dónde compras boletos para la lotería nacional?
-En muchas tienditas o tiendas los venden, ¿por?.-

Y es que antier escuché en la radio un anuncio que decía el premio eran cuarenta y cinco millones de pesos. Por mi mente empezaron planes y más planes con ésos cuarenta y cinco millones.

Dice mi mamá: "el sueño de todo mexicano hijo, pero pues, alguien tiene que salir ganador. Además, soñar no cuesta nada".

Si mami, soñar no cuesta nada. En la noche ya en la cama por dormir seguía pensando en ésos cuarenta y cinco millones. Pensando en qué los invertiría y cómo los manejaría. Pensé, que sería mejor invertirlos y seguir trabajando y viviendo con mi dinero como si nunca hubiera ganado ésos cuarenta y cinco millones de pesos. Ya que las inversiones rindieran frutos me imaginé hacieno viajes con toda la familia, buenas fiestas, donaciones a organizaciones caritativas. Toda clase de opciones para ése dinero.

Aún no compro el boleto, tal vez vaya un poco más al rato sin embargo por la mañana empecé a pensar algo: si realmente me dieran ésa cantidad de dinero, probablemente ya no tuviera la necesidad ni si quiera de trabajar en ésta vida (cosa que por supuesto no quisiera dejar de hacer, trabajar). Y me imaginé a los treinta años con millones y millones de pesos a mi disposición, y probablemente la única finalidad o única meta sería hacer aún más dinero con ése dinero. No sonó agradable. ¿Cuál sería la intención de mi vida con todo ése dinero? ¿Realmente me haría feliz? ¿Seguiría siendo el mismo o éso si pudiera hacerme perder completamente el piso?

No lo sé. Me dejó pensando todavía más ésa reflexión que lo que haría con ésos millones de millones de pesos. Compraré el boleto, si. Y si gano, espero no gane al final de cuentas infelicidad para el resto de mi existencia. Tal vez mejor así, trabajando y luchando para lograr meta tras meta.

sábado, 24 de enero de 2009

El descanso en Tulum


Había estado en una gira de cinco días de trabajo. Un vuelo nocturno en ésa gira y que el mal tiempo, las demoras, algo incómodo más de algún vuelo. Y no por ser pretexto mas teniendo dos días libres después de ésos días de trabajo opté por visitar Tulum.

La idea era despegarse de las costumbres diarias, irse a lo austero, alejarse de la monotonía de la realidad. De niño hábía ido a Tulum con la familia. A las casi seis de la tarde estaba yo arrivando en un camión urbano a Tulum.

Llego a las cabañas. Papaya Playa, es el nombre. Rento una cabaña y la advertencia: "la luz se va a las diez de la noche. Su cabaña no tiene baño." Estupendo.

Me quité eñ uniforme que aún traía y cambié de ropa. Ya era de noche, a las seis de la tarde que había arrivado a las cabañas la noche había caído ya. Entonces caminé por la playa y cuando menos pensé estaba tumbado en la arena viendo uno de los cielos más claros que hasta ahora puedo recordar. Podía contar miles de estrellas y la luna era lo que dejaba iluminar la playa. A lo lejos las luces de Paya del Carmen y Cozumel, allá lejos, y más lejos se podía apreciar Cancún. Ése mismo momento hizo magia por varios días, fue una paz que ya hacía falta. Una pausa que de pronto hay que hacer.

Fui por unas cervezas al pequeño bar del lugar y no sé a que hora solo sé que debió haber sido temprano estaba en la cama sientiendo el sueño llegar. La cabaña era de lo más rústica. Las paredes de palos y el techo de hojas de palma. La cama resguardada por un mosquitero blanco para evitar moscos y algunos animales que suelen llegar mencionaron tarántulas y lagartijas. Todo el tiempo escuchabas las olas del mar y la fuerza del viento chocar con las paredes de palo y el techo de palma. Fue genial. El sueño me visitó más rápido que lo que hubiera tardado en contar hasta cien.

Me despierta el sonido del mar y una llovizna que estaba cayendo por la mañana. Salgo y ni una sola alma en la playa. Ningún movimiento. Salgo a caminar un poco y solo un hombre en la playa barriendo las hojas o algas que rodeaban las pequeñas palapas. No quería. Pero encendí mi celular para ver el reloj: seis de la mañana.

El día siguió. El sol se mostró. Desyuné en el restaurante del lugar unos huevos con frijoles y un jugo de naranja y pasé horas y horas haciendo lo mismo: tomando el sol, leyendo, nadando, tomando el sol, leyendo, nadando. Tomando agua y más de alguna limonada entre sucesos.

Después de comer cambié de lugar de estancia y me dirigí a un hostal que ya había consultado por internet. El lugar bien, los dueños amables. Prestaban bicicletas al ser huésped así que no tardé en tomar una e ir a las ruinas y después a la playa principal. La playa muy bonita también, llena de gente, lanchas, algunos restaurantes. Ahí comí un pescado muy bueno. La bicileta la había dejado amarrada a una palma con una cadena y su candado. Al regresar por la bicileta para irme de regreso al hostal busco la llave del candado y no la encuentro. Regreso a pie al hostal y me dan el que se supone es el repuesto y una enorme sierra para romper la cadena en caso no funcione ésa llave. El costo: cincuenta pesos. Regreso caminando al lugar donde está la bicileta (una caminata de veinte minutos más o menos) y la llavé funcionó. Regreso al hostal y a palticar con otros huéspedes. Había de todo. La conversación más agradable fue con una joven inglesa. Era bonita, agradable y con buen tema de conversación. Era de Brighton, y como me gustó la forma como mencionó ése "Brighton" con el peculiar tono británico. Al día siguiente desayuné en el hostal (incluía desayuno), después fui otro rato a la playa y después regresé para bañarme y cambiarme.

Después de comer partí. Tomé un colectivo a Playa del Carmen, ahí comí algo más en un McDonald's mientras esperaba mi autobús al aeropuerto de Cancún. Decidí volver a Tulum tan pronto como fuera posible.