miércoles, 18 de febrero de 2009

Costa Rica 2008. Sigue Caminando. Sigue Descubriendo.

No sé. De ésos lugares que escuchas mencionar mucho o de personas que han viajado ahí y te llama la atención ir. Mis primeras vacaciones trabajando en la empresa. Fue Costa Rica. Y después de unos meses de planeación estaba despegando de la Ciudad de México con destino a Ciudad de Guatemala. Llegué a buena hora, me instalé en el pequeño hotel y salí a explorar la ciudad. La moneda: quetzales, bonito nombre. Fui al centro de la ciudad incluyendo la catedral y la plaza principal, luego pasé a una iglesia en donde estaba por comenzar una misa y sin querer era la misa celebrando el día de mi santo patrono: San Luis Gonzaga. Salí y caminé unas cuadras en busca de un taxi. Una vez en el auto el taxista al notar mi acento me dijo que estaba loco para andar solo en ése lugar a ésas horas; lo que es no saber, pensé. Me llevó a una zona de restaurantes y donde acostumbran salir los guatemaltecos los sábados por la noche. Creo se llamaba 40º (diablos debí haber redactado desde hace tiempo el viaje, se empiezan a olvidar las cosas). Ahí cené y tomé un par de cervezas. Al´día siguiente a las 0500 de la mañana estaba llegando al aeropuerto. Un aeropuerto bonito, y abordé el Embraer 190 de Aerorepública. Por cortesía me presenté con el capitán diciendo que era piloto en México y que cualquier cosa que se pudiera ofrecer estaba a sus órdenes. Le llamó a la sobrecargo principal para que me tuviera identificado. Nunca había hecho éso, y saben en realidad es bueno. Algo que pasara obviamente preguntarían por alguien que sepa volar, pero bueno. La verdad fue también para tratar de lograr un ascenso a primera clase como ocurrió en el vuelo de MEX a GUA.


Comenzamos el descenso. Verde, verde, verde, verde, un volcán por allá del lado izquierdo del lado derecho la costa del Pacífico. Era Liberia. Descendemos a San José. Poco más de un año antes había volado a SJO en el Learjet. De noche, y pisa y corre (ambulancia aérea). No se vió nada. Bonita aproximación. Salí y fui a buscar a un amigo mexicano con quien iba a viajar los próximos días. También pilóto él, se había ido de "aventón" llegando la noche anterior. Nos vimos en el mostrador de Mexicana como estaba pactado, fuimos a recoger el auto para rentar y mi primer coraje: había olvidado mi licencia de conducir en México. De los ocho días en Costa Rica Mario sólo estaría cuatro. Ni modo, manejaría cuatro días sin mi licencia de conducir. Por supuesto que esto no se lo dijimos al que rentó el auto. Iniciamos la travesía.

Hicimos una breve escala para desayunar y fue la perfecta introducción a la comida tica: huevos revueltos, gallo pinto y la salsa Lizano. Continuamos conduciendo. El auto 4x4 no corría a más de 100Km/hr Mario empezó a desesperarse (acostumbrado a conducir a toda velocidad en la Ciudad de México). Un camión acaba de salirse de la carretera, el tráfico interminable. Plan de acción inmediato: hacia SAn Ramón. SAlimos de la carretera y empezamos a conducir por una brecha hsta tomar por otro lado la carretera. El destino: Playa Tamarindo, en la zona de Guanacaste al NW de Costa Rica. Antes de llegar ahí paramos en un lugar de tours, un poco después del puente de la Amistad para hacer canoppy. Una experiencia para siempre. Más que cannopy le llamaban "superman", ya que te atan de un arnés que tienes en el torso a una cuerda de acero que recorre kilómetros por encima de una barranca. Tres, dos, uno, y un grito que la selva entera debió haberse percatado de la emoción. Segundo cannopy, la misma adrenalina.
Continuamos manejando. La carretera de pronto terminó y el camino continuó siendo una precaria brecha. Llegamos a playa Tamarindo, buscamos el lugar en el que nos alojaríamos y alcanzamos a ir un rato a la playa local. Era domingo, así que el pueblo entero aunado a los turistas hacían un agradable tumulto en Playa Tamarindo. En la noche charlamos con unos americanos que estaba de vacaciones también. Fuimos a un bar llamado La Pacífica y conocimos algunas mujeres guapas. Ésa noche bebí más de lo que debía. Al día siguiente fuimos a la playa otra vez. Estuvo lloviendo, pero éso no nos detuvo. Sigueinte paso: lecciones de surf. Fue genial, después de varios intentos porfin pude montar la tabla y dejarme llevar por la ola. Parecía un niño de escasos años que empezaba a caminar y no cabía de la emoción.

Al día siguiente ya entrada la tarde conducimos hacia La Fortuna un área muy bonita en donde se encuentra el Volcán Arenal. Un Volcán activo, el cual si corríamos con suerte podríamos verlo haciendo erupción. La carretera demasiado angosta, rodeamos toda una laguna y el cielo estuvo completamente nublado. Empezó a llover y llovía muy fuerte. Los parabrisas del auto no eran los mejores. De pronto empezamos a oír un ruido demasiado fuerte. Allá a lo lejos se veía en el cielo una enorme mancha naranja. Difuminado el naranja por las nubes. Mario no quiso que nos detuviéramos, y no fue si no hasta el día siguiente que me creyó había sido una erupción del volcán. Al día siguiente fuimos a la catarata La Fortuna. No valía la pena ir al volcán, de hecho nunca pudimos verlo por las condiciones de nubosidad. La catarata estuvo hermosa. De pronto caminamos bosque adentro y hubo un momento demasiado mágico. De pronto la lluvia cayendo sobrenuestro alrededor que eran millones de plantas. El silencio interrumpido por los sonidos de aves e insectos de nuestro alrededor. De pronto Mario ve una rana pequeña y le advierto por ningún motivo la toque, de tocarla en menos de 15 minutos estaría asfixiado. Seguimos caminando y una telaraña enorme con una araña de lo más extraño justo en el centro. Mario de pronto gritó al ver un animal. Era un oso peresozo y lo vimos en el suelo. Es un animal que solo baja de los árboles una vez al mes para hacer necesidades, y lo vimos en el suelo. Inmersos en la niebla creí haber visto un quetzal. Si lo fue así de verdad que estábamos de suerte. Volvimos a la catarata y de ahí la subida hasta el estacionamiento. Todo en condiciones de lluvia lo cual lo tornó aún más una aventura.
Terminamos en la tarde en un balneario de aguas termales provenientes de las faldas del volcán. Un lugar muy bonito. La comida fue muy buena, y el agua caliente ayudó a descansar un poco. En la noche manejamos hacia San José, Alajuela en si que es donde está el aeropuerto internacional. Al día siguiente muy temprano llevé a Mario al aeropuerto para que tomara su vuelo a México y después de ahí estaba por mi propia cuenta.
Inicé el camino. En principio era la misma carretera que habíamos tomado hacia Playa Tamarindo, después había una desviación que jamás tomé. Cuando me dí cuenta ya estaba llendo completamente hacia otro lado. Entonces para no regresar y perder más tiempo decidí tomar un camino de acuerdo a como lo vi en el mapa. La carretera muy buena, después se hizo más angosta. Después se hizo una carretera llena de pozos. Después fue una brecha. Después estaba en una brecha, en el fondo un paisaje de ilusión, en profunda soledad al no haber nada ni nadie alrededor, y de pronto no supe en qué lugar estaba. Seguí descendiendo por la brecha. De pronto llegué a un pueblo y pregunté si iba en la dirección correcta. Si; iba en la dirección correcta. Seguí manejando, seguía descubriendo. El camino fue bonito muy bonito, a parte de los paisajes costaricenses pasaba por casas y casas de familias ticas. Pintoresco el escenario.
Unas horas después pasaba por Jacó. El famoso Jacó que tanto había leído al planear el viaje. Seguí manejando y después de unas horas: Quepos. Un pequeño paso hacia el destino Final: Manuel Antonio. Quepos era un pueblo bonito pero nada extraordinario hasta lo que alcancé a percibir. Pasé Quepos y conducí cuesta arriba a Manuel Antonio. Paradisiaco. Descendí nuevamente y el pueblo muy bonito. Más bien eran puras cabañas y pequeños hoteles. Todos inmersos en la selva y a la derecha la costa del Pacífico. Llegué hasta el final (donde inicia el Parque Manuel Antonio) y volví a regresar. Esta vez al lugar donde me alojaría: Cabinas Ramírez. Me dieron la llave de mi habitación. Muy sencilla, muy rústica, muy buen precio.
Me instalé y salí a desayunar al pequeño restaurante del hotel. El mismo desyauno de casi a diario: huevos revueltos, gallo pinto, y salsa lizano. Ah, y unos "maduros". Pregunté la hora para saber a qué hora había arrivado. Para todo esto para mi no existió el tiempo durante el viaje. No llevé reloj a propósito. Y la hora: pasadas de las once de la mañana. Tenía sentido, Mario se había ido como a las cinco de la mañana. Caminé por la playa. Horas y horas. Después fui al parque Manuel Antonio. Al día sigueinte que volví al mismo parque tomé un tour guiado por la selva. Animales al por mayor. Ranas, monos, iguanas, murciélagos, aves, etcétera. Increíble. El tour terminó del lado de la playa. Ahí aproveché para meterme a nadar. Estaba algo nublado. Pero el color del mar se tornó verde esmeralda. Ví que unos animales (no recuerdo ahorita su nombre) se acercaron a las mochilas de unos turistas y les empezaron a urgar toda su comida. Para cuando ellos se dieron cuenta y corrieron a sus mochilas ya era demasiado tarde.
Otro día fui a unos rápidos. Fue una experiencia demasiado excitante. Eran categoría 3, creo. Y el río estaba en la mejor época para la actividad. ¡Adrenalina pura! Casi antes de terminar pensando había salido ileso no habiendo caído ninguna vez de la balsa: hombre al agua!. Con una ola y al no haberme sujetado bien a la balsa con el pie estando remando salí como si hubiera tenido un resorte. Pude subir rápido a la balsa y continuamos. Seguíamos los comandos del líder quien gritaba: two forwards! two backwards! everybody in!... y cada que salíamos de algun rápido ya con aguas calmas gritábamos PURA VIDA!, antes de regresar a otro rápido.

Varios días pasé en Manuel Antonio. Cada atardecer lo veía desde la orilla de la playa. Con un libro en mano leyendo Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez. Con ésos atardeceres empezó la meditación: Todo estaba sucediendo tan rápido. Todo era una tendencia a pensar en el futuro sin aún aterrizar el presente. Y es que si de por si las cosas habían sucedido rápido volando en la línea se aceleraron aún más. Era julio y estaba presentando los exámenes para entrar a laborar en la compañía. Después de un mes de examenes y habiendo sido seleccionado empezó el adiestramiento. Toluca-México-Toluca-México, tomando las clases en México haciendo vuelos de observador en Toluca, estudiando, estudiando, estudiando, estudiando. De pronto al simulador en Miami mes y medio más estudio más estudio más estudio de pronto llegamos a México e inician los vuelos asesorados, práctica, estudio, vuelos, estudio, vuelos, estudio vuelos y después la vida de la línea de a a b y a c, de c y b y terminando en a. De arriba para abajo y los descansos a ver a la familia, y las idas a Guadalajara y la verdad es que muy muy contento. Pero no había asimilado todo lo que hábía sucedido. Y eso ocurrió en Costa Rica. De pronto en el atardecer empecé a pensar en la fortuna de ése momento. La inmensa bendición que es tener la familia que tengo. En la fortuna que era el vivir. En el privilegio que era tener el trabajo que tengo. Dí gracias a Dios por todo.
La última noche decidí alojarme en Quepos. En un hostal. Conocí a bastantes viajeros y quedé siendo un aficionado de los hostales. Escuché dos historias que de verdad me impactaron. Dos muchachos. Cada uno por su cuenta. Uno de Argentina el otro de Suiza. Ambos empezaron su viaje en Argentina y poco a poco fueron subiendo y subiendo. Contaron que a veces de "dedo" (ride) y al argentino una vez se quedó sin dinero porque lo robaron y tuvo que quedarse más tiempo en Colombia vendiendo artesanías en la playa para poder continuar su viaje. Tanto el suizo como el argentino terminarían en Estados Unidos de América su viaje. Éso si que era aventura. Estaba yo atónito. Ofrecí darle aventón al suizo y su acompañante de viaje (otro suizo) al aeropuerto de San José. En el camino hicimos una parada para ver la final de la eurocopa. HAbía ganado Alemania a no recuerdo quien. Lo vimos en un pequeño bar o cantina justo en medio de la nada a un lado de la carretera. Un rato después dejé a los suizos en el aeropuerto y
después como es cosumbre en mi empecé a presionarme por el tiempo. Empezó la lluvia. Estaba ya cerca muy cerca del lugar donde tenía que entregar el auto mas el tráfico no me dejaba avanzar. De pronto patrullas. Cuando pude avanzar había policías llegando a un restaurante. Entendí acababa de haber un asalto. Tuve que poner gasolina al auto. Lo entegué, me llevaron al aeropuerto. Pagué un impuesto de salida o algo así. Y antes de abordar el avión me puse justo en frente de un Airbus A340 de Iberia con el que quedé frente a frente. Como un infante soñé en qué se sentiría volar uno de ésos. Despegamos. Llegamos a Guatemala, me alojé en otro hotel y al día siguiente temprano partí para México y regresé a la realidad después de ésa pequeña pausa en el camino, ésa pausa que ocurrió allá en Costa Rica.

martes, 3 de febrero de 2009

Próximamente Costa Rica 2008, la Pausa.

Pausa


De vez en cuando hay que hacer

una pausa


contemplarse a sí mismo

sin la fruición cotidiana


examinar el pasado

rubro por rubro

etapa por etapa

baldosa por baldosa


y no llorarse las mentiras

sino cantarse las verdades.


Mario Benedetti


PRÓXIMAMENTE.