Hicimos una breve escala para desayunar y fue la perfecta introducción a la comida tica: huevos revueltos, gallo pinto y la salsa Lizano. Continuamos conduciendo. El auto 4x4 no corría a más de 100Km/hr Mario empezó a desesperarse (acostumbrado a conducir a toda velocidad en la Ciudad de México). Un camión acaba de salirse de la carretera, el tráfico interminable. Plan de acción inmediato: hacia SAn Ramón. SAlimos de la carretera y empezamos a conducir por una brecha hsta tomar por otro lado la carretera. El destino: Playa Tamarindo, en la zona de Guanacaste al NW de Costa Rica. Antes de llegar ahí paramos en un lugar de tours, un poco después del puente de la Amistad para hacer canoppy. Una experiencia para siempre. Más que cannopy le llamaban "superman", ya que te atan de un arnés que tienes en el torso a una cuerda de acero que recorre kilómetros por encima de una barranca. Tres, dos, uno, y un grito que la selva entera debió haberse percatado de la emoción. Segundo cannopy, la misma adrenalina.


Me instalé y salí a desayunar al pequeño restaurante del hotel. El mismo desyauno de casi a diario: huevos revueltos, gallo pinto, y salsa lizano. Ah, y unos "maduros". Pregunté la hora para saber a qué hora había arrivado. Para todo esto para mi no existió el tiempo durante el viaje. No llevé reloj a propósito. Y la hora: pasadas de las once de la mañana. Tenía sentido, Mario se había ido como a las cinco de la mañana. Caminé por la playa. Horas y horas. Después fui al parque Manuel Antonio. Al día sigueinte que volví al mismo parque tomé un tour guiado por la selva. Animales al por mayor. Ranas, monos, iguanas, murciélagos, aves, etcétera. Increíble. El tour terminó del lado de la playa. Ahí aproveché para meterme a nadar. Estaba algo nublado. Pero el color del mar se tornó verde esmeralda. Ví que unos animales (no recuerdo ahorita su nombre) se acercaron a las mochilas de unos turistas y les empezaron a urgar toda su comida. Para cuando ellos se dieron cuenta y corrieron a sus mochilas ya era demasiado tarde.
Otro día fui a unos rápidos. Fue una experiencia demasiado excitante. Eran categoría 3, creo. Y el río estaba en la mejor época para la actividad. ¡Adrenalina pura! Casi antes de terminar pensando había salido ileso no habiendo caído ninguna vez de la balsa: hombre al agua!. Con una ola y al no haberme sujetado bien a la balsa con el pie estando remando salí como si hubiera tenido un resorte. Pude subir rápido a la balsa y continuamos. Seguíamos los comandos del líder quien gritaba: two forwards! two backwards! everybody in!... y cada que salíamos de algun rápido ya con aguas calmas gritábamos PURA VIDA!, antes de regresar a otro rápido.




Varios días pasé en Manuel Antonio. Cada atardecer lo veía desde la orilla de la playa. Con un libro en mano leyendo Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez. Con ésos atardeceres empezó la meditación: Todo estaba sucediendo tan rápido. Todo era una tendencia a pensar en el futuro sin aún aterrizar el presente. Y es que si de por si las cosas habían sucedido rápido volando en la línea se aceleraron aún más. Era julio y estaba presentando los exámenes para entrar a laborar en la compañía. Después de un mes de examenes y habiendo sido seleccionado empezó el adiestramiento. Toluca-México-Toluca-México, tomando las clases en México haciendo vuelos de observador en Toluca, estudiando, estudiando, estudiando, estudiando. De pronto al simulador en Miami mes y medio más estudio más estudio más estudio de pronto llegamos a México e inician los vuelos asesorados, práctica, estudio, vuelos, estudio, vuelos, estudio vuelos y después la vida de la línea de a a b y a c, de c y b y terminando en a. De arriba para abajo y los descansos a ver a la familia, y las idas a Guadalajara y la verdad es que muy muy contento. Pero no había asimilado todo lo que hábía sucedido. Y eso ocurrió en Costa Rica. De pronto en el atardecer empecé a pensar en la fortuna de ése momento. La inmensa bendición que es tener la familia que tengo. En la fortuna que era el vivir. En el privilegio que era tener el trabajo que tengo. Dí gracias a Dios por todo.
La última noche decidí alojarme en Quepos. En un hostal. Conocí a bastantes viajeros y quedé siendo un aficionado de los hostales. Escuché dos historias que de verdad me impactaron. Dos muchachos. Cada uno por su cuenta. Uno de Argentina el otro de Suiza. Ambos empezaron su viaje en Argentina y poco a poco fueron subiendo y subiendo. Contaron que a veces de "dedo" (ride) y al argentino una vez se quedó sin dinero porque lo robaron y tuvo que quedarse más tiempo en Colombia vendiendo artesanías en la playa para poder continuar su viaje. Tanto el suizo como el argentino terminarían en Estados Unidos de América su viaje. Éso si que era aventura. Estaba yo atónito. Ofrecí darle aventón al suizo y su acompañante de viaje (otro suizo) al aeropuerto de San José. En el camino hicimos una parada para ver la final de la eurocopa. HAbía ganado Alemania a no recuerdo quien. Lo vimos en un pequeño bar o cantina justo en medio de la nada a un lado de la carretera. Un rato después dejé a los suizos en el aeropuerto y
después como es cosumbre en mi empecé a presionarme por el tiempo. Empezó la lluvia. Estaba ya cerca muy cerca del lugar donde tenía que entregar el auto mas el tráfico no me dejaba avanzar. De pronto patrullas. Cuando pude avanzar había policías llegando a un restaurante. Entendí acababa de haber un asalto. Tuve que poner gasolina al auto. Lo entegué, me llevaron al aeropuerto. Pagué un impuesto de salida o algo así. Y antes de abordar el avión me puse justo en frente de un Airbus A340 de Iberia con el que quedé frente a frente. Como un infante soñé en qué se sentiría volar uno de ésos. Despegamos. Llegamos a Guatemala, me alojé en otro hotel y al día siguiente temprano partí para México y regresé a la realidad después de ésa pequeña pausa en el camino, ésa pausa que ocurrió allá en Costa Rica.