Podría parecer un abrir y cerrar de ojos. Podría decir que llegaron serenos y con los pies firmes en la tierra. Por ahora no hay crisis, ni vestimentas ridículas ni ganas de demostrarle al mundo que seré por siempre joven.
Es un hecho que sin querer me preparé para esto. En alguna sesión de terapia hace un par de años la sesión sacó por parte del psicoterapeuta que había un par de posibles crisis consecuencia de la edad en el desarrollo de un ser humano: los cuarenta, cuando podrías creer que ha terminado tu juventud; los sesenta, cuando tu vida laboral podría estar próxima a terminar y así cambiar tu ritmo de vida y propósitos de vida; y los ochenta, cuando sabes que ha comenzado el ocaso en este hermoso camino. Si anticipas cada etapa, aceptas que lo que es es, y reconoces lo que hay, no debería haber ningún problema.
Ya con unos días con cuarenta años, algún algoritmo de Instagram arrojó una imagen con una frase de Carl Jung la cual comparto:
“La vida realmente comienza a los cuarenta. Hasta entonces, solo estás haciendo investigación”.
Pues resulta que todo lo que has vivido, moldeado, perfeccionado, aprendido, da los cimientos para que disfrutes plenamente de la vida a partir de los cuarenta.
Así sea.